viernes, 3 de diciembre de 2010

Armonía matrimonial


La felicidad matrimonial se logra con la paz en el alma de ambos cónyuges, dejando las adversidades y alegrías en manos de Dios.
 
Armonía matrimonial (1)
Armonía matrimonial

d) Armonía matrimonial: Los casados deberían examinarse con humildad y lealtad para ver si deben corregirse de algún defecto que obstaculice la armonía matrimonial.

Pocos matrimonios habrá en los que alguna vez siquiera no haya habido un disgusto serio. A veces los disgustos son frecuentes. Las causas pueden ser muchas: orgullo, egoísmo, frivolidad, obstinarse en querer tener siempre la razón, sensualidad desenfrenada, sensibilidad exagerada, palabras imprudentes, celos enfermizos, desorden negligente, etc.

Rara vez la culpa será de uno solo.

Un silencio cariñoso, el saber ceder con prudencia, el explicarse con calma, el olvidar cristianamente, etc., ayudan a pasar por encima de muchas dificultades.

Los pequeños disgustos, al prolongarse, pueden terminar en algo grave.

Lo mejor es acabar con ellos cuanto antes, con un poco de humor, espíritu de conciliación y capacidad de olvido.

Al cabo del tiempo puede que un día aparezca la decepción del cónyuge. Evitar toda palabra descalificadora: «Eres inaguantable». «No se puede vivir a tu lado». «Ya no te aguanto más». «No te soporto». «Que sea la última vez». «Tu actitud es inadmisible». Etc.,etc.

Hay palabras que nunca deberían pronunciarse: «Contigo es imposible hablar». «Siempre quieres tener la razón». «Nada de lo que te digo te parece bien».

Estas generalizaciones y frases radicales ahondan más las discrepancias.

Y si a esto se añade traer una lista de antiguos agravios, sin digerir, lanzados como proyectiles, el efecto es demoledor para el amor.

Las palabras agresivas, humillantes y ofensivas hacia el cónyuge o su familia son de efecto destructivo para la armonía conyugal.

Nunca expresar a tu pareja tus sentimientos de agresividad. Para desahogarte podrías escribirle una carta manifestándole todos tus sentimientos.

Pero una vez escrita, la rompes. No se la entregues. Ya te has desahogado.

Para la armonía matrimonial es importante:
- Nunca levantar la voz ni gritar al cónyuge.

- Nunca decir palabras ofensivas o hirientes.

- Siempre mantener un comportamiento correcto, delicado, educado.

- Siempre mostrar un trato afable, bondadoso, cordial.

«Ser comprensivos al máximo.

»Ponernos en lugar del otro.

»No tener miedo a mostrar nuestras debilidades y defectos.

»Permitir que el otro sea él mismo, y recordar que su dignidad de persona es su mayor valor.

»No olvidar jamás que quien no respeta, no ama. El respeto es la base de la felicidad.

»Antes de corregirle y criticarle con amor, reconócele sus virtudes.

»Jamás utilizar los hijos contra el otro. Es una vileza que se paga.

»Si los dos estáis enfadados y pretendéis tener razón, la tendrá quien antes abandone la discusión.

»Reconocer privada y públicamente las cualidades del otro para ayudarle a potenciarlas.

»Una forma segura de dinamitar el mutuo amor y la paz conyugal y familiar es recordarle al otro sus errores y debilidades del pasado: pasarle factura. ¿No hay nada bueno que se pueda decir del otro?

»El amor y la convivencia es comunicación. Hay que saber escucharle con interés. Contarle nuestras cosas y que nos cuente las suyas.

»Amar es también unirse en el dolor, y hacer frente común en los momentos más graves»
.

«La vida conyugal, que es fuente de grandes alegrías, también puede ser causa de grandes sufrimientos. Y el riesgo de fracasar es tan grande como las posibilidades de felicidad. No hay vida matrimonial sin crisis. (...) No hay vida conyugal perfecta. Muchos son víctimas del espejismo de la pareja modelo, sin fallos ni miserias. Pero crisis no es sinónimo de fracaso.

Muchas parejas se imaginan, a la primera dificultad un poco seria, que su vida común ha quedado rota. Eso se debe a una concepción idílica de la vida en pareja, según la cual la vida conyugal sería como una especie de luna de miel permanente»
.

El amor matrimonial no excluye los conflictos. Pero hay que solucionarlos. Aclarar las cosas sin herir. Más que buscar culpables, hay que buscar soluciones.

En esos momentos es muy importante la comunicación mutua. Quizás preguntarle: «¿En qué te he decepcionado?».

El amor, como las plantas, hay que regarlo para que florezca. Si no lo cuidas, terminará por secarse.

A veces puede surgir el deseo de buscar fuera del matrimonio una compensación, que puede ser desde una santa ocupación hasta el adulterio.

Ni siquiera la atención a los hijos puede justificar la desatención a la pareja. Aunque puede ser perfectamente compatible con la armonía conyugal una actividad en servicio de los demás.

Hay que procurar siempre, con prudente habilidad, que las disensiones -a veces inevitables- no se prolonguen. Si no se pone a tiempo remedio se producen heridas muy profundas.

El desacuerdo serio y continuado en el matrimonio es una de las mayores cruces de la vida terrena.

Conviene saber llevar la cruz del matrimonio sobrellevando mutuamente las deficiencias de carácter, defectos, etc. En el matrimonio no todo es disfrutar. Está hecho también de comprensión y renuncia: conocerse y animarse, comprenderse y perdonarse.

Conviene no olvidar que el hombre es muy distinto de la mujer.

El hombre y la mujer son iguales ante la ley por tener la misma dignidad personal, pero son distintos corporal y psíquicamente, para poder complementarse. Por eso la mujer que no tiene feminidad es un marimacho, y el hombre sin masculinidad, una damisela.

Las diferencias fisiológicas entre el hombre y la mujer llegan hasta el cerebro
.

Eso de que las diferencias de modo de ser entre hombre y mujer sean consecuencia de la educación recibida, no es cierto.

Es verdad que la educación influye en el modo de ser, pero hay una base en la naturaleza.

Lo mismo que fisiológicamente el hombre no puede dar a luz un hijo, psicológicamente la mujer está dotada de unas cualidades propias de la maternidad, que el hombre no tiene. La ternura femenina para con el niño es algo muy distinto de lo que el hombre es capaz de dar.

La mayoría de los hombres son capaces de tener una vida sexual sin amor; en cambio la mayor parte de las mujeres sólo son capaces de entregarse a un hombre cuando lo aman.
El hombre es más carnal, la mujer más tierna.

El hombre debe saber que ella no encuentra placer en el amor físico, sino a través del amor psíquico.

La mujer es más detallista, el hombre mira las cosas en síntesis.

Al hombre le gusta conquistar, a la mujer ser conquistada.

A la mujer no le importa ser dominada por la personalidad, el hombre prefiere ser dominado por el cariño.

La mujer ha nacido para amar y el hombre para luchar. No exclusivamente, pero sí preferentemente.

El hombre es más seco que la mujer en manifestar sus sentimientos. Los expresa más con las obras que con las palabras. Siente rechazo a expresar su intimidad. Le desagrada aparecer «sensible».

Se muestra más interesado por las cosas que por las personas.

La mujer es al revés. Le interesa más todo lo relacionado con la persona.

El hombre se entusiasma con las ideas, la política, el deporte, su coche o su ordenador..Por el contrario, la mujer goza hablando de sus intimidades, y necesita ser oída.

«El hombre se manifiesta, sobre todo, por su carácter activo, emprendedor, creativo; la mujer, más bien, por su carácter acogedor, receptivo.

Hasta la constitución física, de alguna manera, está moldeada para expresar esta diversa manera de estar en el mundo»
.

El hombre razona, la mujer intuye. El hombre es más cerebral, la mujer más cordial, más sentimental: incluso puede dejar que los sentimientos influyan en su razón.

El hombre tiene tendencia a lo universal, la mujer a lo concreto.

El hombre se interesa más por las ideas, la mujer por los afectos.

El hombre quiere que lo valoren, la mujer que la amen.

El hombre vence por la fuerza, la mujer por la lágrimas.

La mujer se deja dominar por los sentimientos mucho más que el hombre. Mientras ella manifiesta sus sentimientos fácilmente, el hombre suele sentir pudor en manifestarlos: por eso es frecuente que los oculte.

La mujer ama y sufre con más intensidad que el hombre. Por eso cuando odia es temible: su maldad, su espíritu de venganza y su ingenio para hacer daño son terribles
.

El hombre es estable, la mujer voluble.Ya lo dijo Virgilio en la Eneida (IV,559) «la mujer es variable y tornadiza».

Y también Verdi en su famosa ópera Riggolletto (Acto IV,4º) : «la donna `e mobile» : la mujer es variable.

Tan mudable que muchas veces ni ella misma se entiende. Como está hecha para la maternidad su psicología está afectada por los cambios fisiológicos del ciclo reproductor. La pérdida periódica de sangre la debilitan.

Psíquicamente busca el apoyo del hombre. La protección del hombre le da seguridad. Le gusta el hombre fuerte, varonil. No sólo físicamente, sino también espiritualmente.

«La lógica en el hombre es reflexiva, en la mujer intuitiva. El hombre que tropieza con lo imprevisto, se desorienta y tiene que estudiar de nuevo el asunto. La mujer, en un caso similar, emplea la lógica de la adaptación o mutación.

»Esta discrepancia matrimonial parece que les aleje al uno del otro.

»El hombre debe imponer su criterio razonadamente, sin humillar a su mujer; la mujer, con intuición, debe ayudar a su marido procurando aunar opiniones.

»La felicidad matrimonial se consigue no mandando ni el uno ni el otro, sino obedeciendo los dos.

»La imaginación y sensibilidad es más acusada en la mujer. En el arreglo del hogar lo demuestra.

Su gran sensibilidad hace que lo nimio la haga feliz o la haga llorar. Cosas al parecer insignificantes para el hombre, a la mujer le producen gran disgusto.

»La mujer es fácilmente feliz con ilusiones pequeñitas, detalles, delicadezas, etc. El hombre generalmente le da menos importancia a todo esto, y vive más las grandes ideas de la fe, de la política, de los negocios, etc.

»La imaginación masculina es de ideas y, por lo tanto, es intelectiva; menos expuesta a error por apoyarse en la realidad y no en el sentimiento, que es lo propio de la mujer.

»Esta discrepancia a veces produce disgustos. El hombre debe comprender a la mujer y apreciar sus sentimientos.

»El juicio de la mujer es más rápido, y juzga según odie o ame; en cambio, el hombre juzga después de madura reflexión.

»Esta divergencia puede conducir a que la mujer considere al marido demasiado calculador, y él a su mujer ligera y alocada.

»Sin embargo, no debe el marido despreciar el juicio de su mujer, pues ella capta detalles que el hombre desprecia y pueden conducir al fracaso.

»Estas discrepancias las impone la diferenciación sexual; y el milagro del matrimonio presidido por el amor hace que se adivinen los pensamientos.

»La mujer aceptando lo que el hombre dice.

»El hombre comprendiendo lo que la mujer quiere decir.

»Ella es dichosa si el marido adivina sus deseos.

»La diplomacia con que Dios ha dotado a la mujer puede emplearla siendo el ángel tutelar de su marido, pero sin que se resienta su orgullo de varón.

»La propia estimación del hombre es lícita, pero con exageración caería en un salvaje egoísmo; cualidad ésta que usada ponderadamente hace que la mujer se sienta protegida con sensación de paz y seguridad.

»La mujer es feliz si lo son los que ella ama. El deseo de agradar es innato en la mujer. Ella va a la conquista del hombre. En esta actitud debe continuar toda su vida matrimonial. Ello será un medio para que el marido conserve su castidad.

»El amor conyugal es mixto, con tres factores: primero, amor sensible; segundo, amor espiritual y, tercero, amor sobrenatural.

»El sensible es el que acerca los dos sexos y cumple la función sexual del débito matrimonial.

»El espiritual valora las cualidades anímicas y desea para el ser amado el mayor bien, entregándose a él en cuerpo y alma.

»El sobrenatural ofrece nuestro amor para la propia santificación y hace la continuación de nuestra propia vida en nuestra descendencia con miras a la eternidad.

»La felicidad matrimonial no se logra aturdiéndose con fiestas y riquezas, sino con el hogar ordenado, el cariño de los hijos y la paz en el alma de ambos cónyuges, dejando las adversidades y alegrías en manos de Dios»
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